Las barricas de Montilla no se llenan en un solo día, ni mucho menos poniendo al tope cada barril con líquido. Poco a poco los barriles van tomando en su interior los sabores y propiedades del vino, hasta que este es ya parte de ellos.
Fortunato nunca llamó mi atención, ni yo la de él. Y no era para nada necesario. Hacía tiempo que yo había dejado el protagonismo en las "altas sociedades" de este lugar, y entonces mi apellido me seguía cual inútil sombra. Sin embargo como sucede en este tipo de sociedades, las noticias de la gente mas importante afectan, o fingen afectar a las personas menos importantes. No era un caso extraño el que tuviéramos que acudir a alguna reunión que significara la bienvenida de algún nuevo miembro de la familia de Fortunato o algún otro hecho; incluso desafortunado para él. Era imposible faltar a dichas reuniones: toda la gente se encontraba ahí; gente útil y apreciable.
Con el tiempo empecé a detestar las galas. Mis amigos empezaron a morir o a mudarse y en las ultimas ocasiones estuve solo bebiendo algún trago de moda; vulgar e insípido.
Era momento de su discurso para conmemorar su vuelta a la libertad que le había quitado el matrimonio; incluso un motivo tan poco digno le hacia merecer una gran gala (era una ofensa). No repetiré sus palabras, solo diré que me llamó desde el estrado y me hizo subir. Yo accedí a todo con gracia (quizás un poco tambaleante por culpa de sus malos tragos) y entonces, frente a toda esa gente preguntó ¿Cuál es su nombre? Ese fue un insulto imperdonable.
1 comentario:
The cask of amontillado, es una chingonería.
Gracias por las memorias.
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